Dice Antonio Damasio, profesor de neurociencia, neurología y psicología en la Universidad de Southern, California, que “cuando conozcamos de forma más profunda el funcionamiento del cerebro conseguiremos ser más felices”. Poco a poco vamos avanzando en ese conocimiento y aprendiendo a ejercer acciones concretas que incrementan nuestro bienestar. Tomar conciencia de nuestro lenguaje, de nuestras palabras y de nuestras expresiones, es el primer paso. Actuar sobre ellas, transformando su carga a positiva, es el segundo y gran paso. Entrando en el funcionamiento de nuestras cabezas pensantes, observando ese motor que dirige nuestra vida y nuestro ánimo, vemos que está compuesto de neuronas que se comunican entre sí mediante electricidad y química. Es en esa química, materializada en la secreción de hormonas, donde podemos ejercer influencia a nuestro favor con la modulación de nuestro lenguaje. El lenguaje es la capacidad del ser humano de expresar pensamientos y sentimientos a través de las palabras. ¿Pero cuál es el recorrido de esta acción? ¿Pensamientos generan sentimientos que producen palabras? Hasta ahora habíamos creído que sí. Lo interesante es que ahora, gracias a los estudios realizados en el campo de la neurociencia, sabemos que ese camino no es unidireccional. Podemos darle la vuelta con resultados sorprendentes. ¿Palabras que generan sentimientos que producen pensamientos? Sí. ¿Palabras que generan sentimientos que producen pensamientos? Sí.
En “Words Can Change Your Brain” (Newberg y Waldman, 2012) descubrimos que el cerebro, ante una frase que empieza por “no”, libera cortisol, la hormona del estrés, y ante un “sí”, libera dopamina, la hormona del bienestar y de la recompensa. Si nosotros podemos tomar conciencia del uso de esos dos vocablos y podemos elegir cuál usar y cuál no, estamos incidiendo directamente en nuestra producción hormonal y en la de nuestro entorno y, en consecuencia, en la generación de bienestar, propio y ajeno. Una auténtica maravilla: el acceso a nuestro propio laboratorio, a nuestra propia “central energética”: elegir la carga de nuestro lenguaje, positivo, negativo o neutro, para ir conformando nuestro estado anímico y e irlo propagando a nuestro alrededor. Si seguimos analizando palabras, descubriremos expresiones que cortocircuitan nuestros pensamientos o sentimientos dejándolos sin opciones, deprimidos, apagados: “así son las cosas, qué le vamos a hacer, yo soy así, te lo dije, imposible, no puede ser”. También descubriremos que otras los potencian y catapultan hacia espacios de creatividad, de ilusiones, de sueños, de afecto, de serenidad: “todo es posible, quién sabe, claro que sí, yo puedo, yo quiero, qué bien.” Bernard Roth, profesor de ingeniería de la Universidad Stanford, en su libro The Achievement Habit (2017) evidencia que si en algunas decisiones cambias un “pero” por un “y”, tu cerebro, en vez de quedarse paralizado, se pone a trabajar en opciones: “Quiero salir al campo pero hace frío” o “Quiero salir al campo y hace frío”. Una sencilla modificación que produce un gran cambio. Igual sucede con expresiones como “tengo que”, que cambiadas por un “quiero” hacen magia en tu motivación. Y un aporte más. Utilizar el lenguaje positivo no sólo hace vivir mejor, sino que ayuda a vivir más. El filósofo Luis Castellanos, inicia su libro La Ciencia del Lenguaje Positivo, aludiendo al famoso e interesante “Estudio de las monjas”: 1932. Para entrar en la Congregación de Notre Dame de Minnesota, las hermanas tenían que escribir una pequeña autobiografía y carta de motivación. 1986. El Dr. David Snowdon inicia un estudio sobre el Alzheimer. Duró 15 años. Trabajó con los 678 cerebros que las hermanas más longevas de la congregación donaron a la ciencia para tal fin. Y también trabajó con el legado de la documentación escrita. Este último estudio concluyó que las que utilizaron más palabras positivas en sus escritos, alusivas a felicidad, ilusión, asertividad, tuvieron vidas más largas. “Nuestro lenguaje forma nuestras vidas y hechiza nuestro pensamiento” dijo Albert Einstein. Cuídalo, dale la importancia que tiene. Conviértelo en tu aliado. Ganarás en bienestar. Y generarás bienestar a tu alrededor. Y la vida iba de eso, ¿verdad? Ana Latorre impartió un taller para los socios de Dircom Aragón con motivo de su actividad número 200.